miércoles, 4 de enero de 2012

Ejercicio 3, tema 3.



Los antibióticos son medicinas que curan o tratan las enfermedades infecciosas, mediante la eliminación de las bacterias o microorganismos que las provocan. En nuestro siglo XXI, desde nuestra comodidad científica y tecnológica, son aparentemente algo natural, casi cotidiano. Tienes fiebre, te tomas tal cosa. Te resfrías, te tomas tal cosa después de cenar y esto antes de acostarte, y listo. Pero, sin embargo, su descubrimiento fue uno de los grandes descubrimientos de la historia de la medicina.

Desde hace miles de años, las enfermedades infecciosas devoraban a la población, enfermedades como los catarros o los resfriados, o enfermedades venéreas, eran causa mortal. Desde los principios de la humanidad (como se dice en uno de los vídeos de enlace), se ha buscado algo que eliminara estas enfermedades, pero no fue hasta 1928, y por casualidad, que un científico escocés, un tal Fleming, descubrió que un hongo que se había formado en uno de sus caldos de cultivo, parecía acabar con los microorganismos de algunas enfermedades infecciosas. Tras investigar sobre sus efectos, descubrió que podía ser una cura, y lo bautizó tal y como se llamaba el hongo: Penicilina (Penicillium notatum).



El descubrimiento de Fleming fue un grandísimo avance (más tarde se le concedería el premio nobel)  en la lucha contra las enfermedades infecciosas, y sus efectos se comprobaron en la I Guerra Mundial: soldados que sufrían infecciones en sus heridas ya no morían en cantidades ingentes (las infecciones eran, generalmente,  la principal causa de muerte, más que las balas o los obuses), sino que sobrevivían, y sin necesidad de amputar los miembros  por el riesgo de sufrir gangrena. Así pues, la penicilina abrió la puerta para enfrentarse a las enfermedades infecciosas.

La penicilina, el milagro médico del s. XX


Sin embargo, no fue el único descubrimiento contra las enfermedades infecciosas, el otro gran descubrimiento fue la Estreptomicina, un antibiótico que terminó con la tuberculosis, entre otros. La tuberculosis era una enfermedad mortal, cuyos efectos podrían compararse con los del virus VHI en África, actualmente. Este gran descubrimiento, sin embargo, estuvo manchado desde el principio por una especie de carrera hacia la fama y el dinero por parte de sus descubridores: Selman Abraham Waksman y Albert Schatz, principalmente (su colaboradora, la científica Elizabeth Bugie, fue apartada de su descubrimiento por razones algo extravagantes sobre su sexo y su futuro como madre). El dinero lo consiguió, tras una ardua batalla judicial, Schatz, pero el premio nobel lo consiguió Waksman.

Waksman y Schatz trabajando juntos, antes de que la lucha por
el descubrimiento de la estreptomicina les separara definitivamente.


Waksman, ganador del premio nobel por el descubrimiento de la estreptomicina.






Bugie, la gran olvidada en el descubrimiento de la estreptomicina.

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